11 octubre 2023

Salud mental

De pequeña
siempre elegía
el rincón más apartado
de mi habitación
el despejado
el más oscuro
como refugio.

Una manta sobre el suelo
alguna almohada cómoda
mi perrito Chester
y esos libros
que se convertirían
(Como hasta hoy)
en mi ruta de escape
a la realidad.

Papá y mamá
eran muñecos ventrílocuos
sin expresión
con una rigidez
que provocaba espanto.

Sus voces y sus gritos
lo escuchábamos todos
menos ellos.

Mis hermanos que son cuatro
solían ser los niños perfectos.

Los saludables
los habladores
los traviesos
los respetuosos de las normas.

Los que se alegraban al vestir
lo que mamá elegía
de ir a donde papá quisiera
así él
nunca compartiera con nosotros.

Ser niños
no es sinónimo de invisibles
o en su defecto imbéciles.

Y yo claro
era el cuestionar de mis padres
aquella culpa constante
la niña rara
la triste
la apartada
la inconforme
la fallada del rebaño.

Ellos (Mis hermanos)
unas marionetas
que bailaban
en las reuniones familiares
a cambio de alguna moneda
azucarada por el alcohol.

Los que aceptaban
darle un beso al tío borracho
cuyo tufo era vomitivo
o se dejaban estrujar por el abrazo
de alguna tía con olor a formol
a cambio de algún caramelo.

Claro era la familia
y todo se celebraba/Asco.

En cambio Yo
me sentaba en silencio
con mi cara de culo
esperando que así se entendiera
que estaba prohibido acercárseme.

No bailaba por moneda alguna
pero tenía la ilusión
de que mamá o papá
me dieran la oportunidad de recitar
o leerles algo
y así verlos orgullosos de mí
pero jamás sucedió.

Volvía a mi cuarto
tapando cualquier ingreso de luz 
con bolitas de papel periódico
y cubriendo mis orejas 
para evitar escuchar esa música
que en vez de alegrarme
me hacía llorar de soledad.

Quisiera volver a esos instantes
que en su mayoría
tengo bloqueados en mi recuerdo
solo para decirle a esa niña
que no era malo sentirse sola
que no es culpable por ser distinta
que sin oscuridad no existe la luz
que era hermosa con sus maneras
y sus elecciones
que el silencio oportuno es correcto
pero guardarse todo en el pecho duele
y hablar libera.

Que el miedo a papá
se convertiría en rencor
y no lo castigaría a él
si no a ella (A mí).

Mamá y Papá
también era niños heridos
al igual que yo
y lo entendí luego de muchos años.

Si yo hubiese hablado
o ellos hubieran escuchado a mis silencios
quizá hoy para mí sería distinto.

Es así
que cuando el dolor es físico
buscamos aliviarlo.

¿Y cuándo es interno?.

Y ya no somos niños
¿Qué es lo que hacemos?...


Charo Celebi

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi vida

Hijo en la oscuridad de la noche solo al final del pasillo observo una luz tenue. Sé que esta noche la pasarás en vela los parciales y la Un...